miércoles, 8 de octubre de 2014

Creencias Populares

                                             Garbanzos
A pesar de la mala fama del garbanzo negro, se tiene por buena señal que a uno le toque en el plato de cocido un garbanzo de ese color; claro que también se considera indicio de mala sombra: opine el lector y escoja lo que le conviniere. Da suerte hallar un garbanzo, negro o no, en un plato de comida que no se espera que los contenga. 

En el folclore castellano muchos cantares aluden al temor de las muchachas a comer un garbanzo negro; creen que si lo hacen se enfadará con ellas el novio, creencia relacionada con la reputación que tuvo esta legumbre de despertar el deseo sexual, especialmente los garbanzos negros, según escribe Andrés Laguna, médico del emperador Carlos V, que aseguraba ser buenos en la edad madura, y para aguzar el ingenio de quien es rudo (véase: torpe). Tuvo empleo abundante en la medicina fantástica o supersticiosa. Cuenta el naturalista Plinio en el siglo I:
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Gonzalo de Herrera en su Obra de Agricultura (1513) asegura que acrecientan la sangre y son de grande sustancia y mantenimiento. De hecho, los antiguos creyeron que el caldo de su cocimiento acrecienta la leche en las paridas, a la vez que provoca el menstruo en las mujeres a las que se les retarda, y en el hombre facilita la orina. Se recetó en la antigua Roma para tratar la piedra en vejiga y riñones; también para los sarnosos que lavándose con el agua de cocer garbanzos quedan sanos. Los cantantes lo tomaban en infusión para aclarar la voz, y los acatarrados creían que el agua donde hubieran hervido garbanzos alivia los pulmones.

En el ámbito de la pura superstición se cree que colocar tres garbanzos bajo la cabecera de la cama o la almohada en noche de plenilunio proporciona novio a la muchacha que lo desea. Es término frecuente a finales del siglo XII, presente a principios del XIII en el Fuero de Guadalajara. Juan Ruiz escribe su siglo después en su Libro del Buen Amor:

El dia del domingo, por cobdicia mortal                                           
combrás garvanços cochos con azeite e non al;
irás a la iglesia, no estarás en la cal (le),
que non veas  el mundo, nin cobdicies el mal.

Deriva del latín ervum = yeros, del griego erebinzos, todo ello mediatizado por el árabe peninsular arbansus, de donde procede el término castellano.
(Creencias Populares de Pancracio Celdrán Gomáriz)



                                           Cuclillo

Esta ave de paso, de color ceniciento y brillante, fue objeto de superstición en el mundo clásico. Llamó entonces la atención que la hembra pusiera los huevos en el nido de otras aves para ahorrarse el trabajo de empollarlos ella. Simboliza la primavera y la infidelidad conyugal, ambivalencia que ha repercutido en la consideración contradictoria en que ha sido tenido este pájaro. Desde la Edad Media se cree posible adivinar los años de vida que le quedan a uno si escucha con atención su canto, cosa que hacían antaño las muchachas casaderas para conocer los años que le faltaban para el de la boda: en ambos casos se cuenta las veces que esta ave canta su cucú el primer día de primavera. El médico barcelonés Felipe Monlau escribe a finales del XIX:

Creen algunos que el canto del cuclillo anuncia el año fijo en que uno ha de casarse


       
Escuchar el canto del cuco antes de la llegada de las golondrinas presagia amargura y desgracia; se advierte, a quien lo oye por primera vez en el año, que hará durante el resto del mismo lo que estuviere haciendo cuando lo escuchó: y pobre de él si no se apresta a dar unas cuantas vueltas en círculos ya que de no hacerlo perderá el trabajo. Se cree, además, que en la situación en que se encuentre alguien cuando lo escuche, quedará el resto del año, razón por la cual quien está en cama se levanta. No es conveniente oírlo con el estómago vacío, pues puede que tarde en llenarse. En Levante se creía antaño que el primer cuclillo del año trae suerte a quien lo ve y dinero a quien lo oye si en ese momento tiene llena la cartera; en caso contrario verá dañada su economía. Es voz latina, de cuculus = cuco > cuquillo, de uso no posterior al siglo XV. El término aparece en estos versos de Mateo Rosas de Oquendo describiendo la ciudad de Lima, en el Perú (1610):

Poetas mil d’escaso entendimiento,
cortesanas de honra a lo borrado;
de cucos y cuquillos más de un cuento,
de rábanos y coles lleno el bato,
el sol turbado, pardo el nasimiento:
aquesta es Lima y su ordinario trato.

(Creencias Populares pags. 128-129 de Pancracio Celdrán)





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