domingo, 23 de diciembre de 2012

CARTA A UNA DESCONOCIDA







                                                                                                        



                                                                                                               Vuela esta canción
                                                                                                               para ti, Lucía,
                                                                                                               la más bella historia de amor
                                                                                                               que tuve y tendré.

                                                                                                              Es una carta de amor

                                                                                                              que se lleva el viento
                                                                                                              pintado en mi voz
                                                                                                             a ninguna parte
                                                                                                             a ningún buzón
             
                                        
                                                                                                                   (Joan Manel Serrat)




Querida amiga:
Sólo sé de tí que te llamas Aurora y que naciste por los años en que yo era un espigado adolescente que le robaba cigarrillos "camel" a mi padre del bolsillo de su americana, y que ese suceso tan maravilloso de tu nacimiento tuvo lugar en un bello pueblo de la campiña cordobesa llamado Montilla pueblo que Dios bendecirá  solo por eso, por tu nacimiento.
Anoche estabas en el Clásic con tus compañeros de trabajo. Para conocimiento de mis lectores diré que el Clásic es una discoteca con ya alguna solera en esta ciudad nuestra y a la que todos las noches de sábado acudo puntualmente para oir algo de buena musica y veros de bailar a vosotras, las mujeres.
                                                                                                               
No hay nada más bello
que lo que nunca he tenido.
Nada más amado
que lo que perdí.
Perdóname si
hoy busco en la arena
una luna llena
que arañaba el mar...





Pero sigo contigo, Aurora  (...Aurora...¡¡qué nombre!!!)
Decía que tú estabas sentada con tus compañeros de trabajo, y yo, en ese primer paseo de jirafa torpe que damos los hombres por los alrededores de la pista para hacernos ver, te pedí permiso para sentarme en una (no sé como llamarlo..¿banqueta?) que había quedado libre en tu grupo. Te pregunté si estaba ocupado y tú, casi sin fijarte en mí me respondiste con un amable monosilabo que yo interpreté como una licencia para sentarme. (Todavía no me habías mostrado esa sonrisa tuya que, esa noche hará verdaderos estragos en mi estructura intelectual y afectiva...sobre todo la última). Yo, si te he de ser sincero iba rastreando la pista de una rusa (aquí llamamos rusas a todas aquellas lenguas que siéndonos completamente desconocidas solo sabemos de ellas que se hablan por encima del paralelo 50N)...iba rastreando la pista de una rusa algo mayor que yo, muy guapa y que bailaba como una autentica odalisca. Tus compañeros se marcharon todos, emparejados, a bailar. Tú te quedaste sola y no había nadie alrededor. La rusa se fue a bailar con su amiga y yo, para comenzar el diálogo contigo, en lugar de decirte aquello de ¿qué hace una chica como tú en un lugar como éste? o ¿tú estudias o trabajas? te dije, creando mi propio tópico: ¡Nos han dejado solos! La tontería que dije te cayó bien y asomó parte de esa sonrisa cuyos efectos habré de gozar toda la noche. Tú me preguntaste también en tono jocoso si yo ofrecía algún peligro para tu persona y yo te respondí que puedo derramar todo el peligro que se espera de un viejo maestro de escuela jubilado. (debo reconocer que desde que descubrí que la muletilla "maestro de escuela" -dicho con estas palabras y no otras-  despierta la ternura de las mujeres abuso bastante de ella, la última fue con mi profesora de Dibujo..Maria del Mar).
......Te propuse a renglón seguido salir a la pista a bailar
Yo pensaba salir a bailar solo una pieza pues la diferencia de estatura entre nosotros es bastante notable. Recuerdo que en una determinado momento, cuando bailabamos una pieza lenta te dije que me sentía Gary Cooper abrazando a una de sus hermosas partenaires a las que tenia que mirar siempre hacia abajo...(¡con cuanta ternura miraba nuestro Gary..¡eh Aurora!)
Como te digo solo pensaba bailar una pieza y luego dejarte de ir pues siempre sois las chicas las que haceis el amago de abandonar la pista y nosotros os tenemos que invitar a repetir con una ligera presión de las manos...
Cuando te sentiste observada por mí, que no perdía ni un solo movimiento de tu graciosa figura, cuando eso, desplegaste todo tu encanto, y a partir de ese instante yo era solo el mendigo acurrucado en la plaza de una pequeña medina del desierto contemplando el baile que las hermosas esclavas desplegaban en el centro del zoquillo ofreciendose a los ricos camelleros recien llegados al pueblo y potenciales compradores de vuestros encantos, entre ellos los tuyos, Aurora.
...Eras un pequeño y cálido sunami que se me escapaba de entre las manos pero yo, consciente de que la belleza no puede apresarse con las manos sino con la mirada no trataba en ningun momento de atrapar con mis manos comidas por la artrosis ese hermoso huracán de color, luz y vida en el que te habías transformado en ese momento. Cuanto más te miraba yo y miraba tu mirar, mejor se cimbreaba con la musica tu cintura de agua (con el permiso de García Lorca); con tu vestido oscuro eras un hermoso tulipán negro que bailaba para mí...solo para mí (así también lo sentirá el viejo mendigo desde su rincón en la plaza).

Si alguna vez fui un ave de paso,
lo olvidé pa' anidar en tus brazos.
Si alguna vez fui bello y fui bueno,
fue enredado en tu cuello y tus senos.

Si alguna vez fui sabio en amores,
lo aprendí de tus labios cantores.
Si alguna vez amé,
si algún día
después de amar, amé,
fue por tu amor, Lucía,
Lucía...


Al finalizar la primera pieza hiciste, como todas, amago de sentarte pero yo, tomándote de una mano refrené tu primer impulso y seguimos bailando. Poco a poco te ibas sintiendo más relajada y dejabas que tu cintura, tus caderas, tus brazos, tus ojos....y hasta tu corazón se movieran libremente, sin inhibiciones, sin prejuicios, y en un momento determinado, como la culminación de todo ese despliegue de tus encantos más naturales apareció el amanecer dorado de tu sonrisa que como en un magico morse intercalabas con risas ahogadas coquetamente de un sonido muy placentero al oido...pero lo más encantador de tu persona era la timidez que te sobrevenía cuando descubrías el efecto embriagador que tu persona iba realizando sobre el alma de este viejo profesor anclado ya en los solitarios muelles de la jubilacion, como esos diques adonde van a morir todos los barcos mientras sueñan con mares lejanos...Pero digo que parecia como si te disculparas de los efectos que tu risa producia en mí...Y entonces....Aurora....te hubiera comido a besos, te hubiera tomado de la cintura.........pero no lo hice: tú no lo habrías permitido, y yo como estudiante de Bellas Artes no habría cometido la torpeza de apagar la luz que en ese instante iluminaba tu hermoso rostro.
Yo miraba con el rabillo del ojo hacia el lugar donde habiamos estado sentados. Todos tus compañeros habian regresado. Bebian y charlaban pero al mismo tiempo, sobre todo las mujeres, no nos quitaban ojo de encima. Ya sabes, lo de siempre: la joven mujer casada, guapa y simpatica que es abordada por el buitre de turno (o sea: yo) y a la que ellas tiene que salvar para entegarla al marido libre de toda mácula. La casualidad quiso que en ese instante, tú, alzando hacia mí tus vivos ojos, me dijeras que te sentías algo acalorada. Yo, aprovechando la ocasión para ocultarnos de las miradas de tus compañeros, te llevé hacia el otro extremo de la pista, junto al respiradero del aire acondicionado. En ese momento, Aurora, me sentía otro conde Drácula secuestrando a una de sus hermosas adolescentes y lo corroboré diciendote al oido que me gustaría tener una hija tan bonita y tan joven como tú. Y era muy sincero, Aurora, cuando te dije esto...solo que mi deseo era algo más incestuoso porque más que como hija te habria deseado y te sigo deseando como amante. ¿Fue entonces cuando te hablé de Casanova y de sus Memorias que te ofrecí para que las leyeras?
Te decía que para huir de las miradas de tus queridas cancerberas te llevé hacia el otro extremo de la pista...y el remedio fue peor que la enfermedad porque tus compañeros se vinieron al lugar donde nos encontrábamos nosotros (yo cada vez más a gusto) y una de tus compis se puso a bailar contigo; yo, en ese mismo instante, con la sabiduría que da la vejez, me eché a un lado y seguí disfrutando de la danza que ibas tejiendo y destejiendo con tu amiga pero que trenzabas solo para mí. Si en ese instante hubiera tenido a mi alcance mi bloc de dibujo y mis lápices habría sin duda podido apresar algunos rizos de tu vuelo...mi pequeña y adorable Aurora. Cada cierto tiempo, a ritmos regulares, una masa anonima (cuando ya estabamos nuevamente bailando los dos solos) se nos venía encima y a tí te empujaba cariñosamente; esa masa anónima (anónima para mí claro) eran las nalgas de otras de tus compañeras que con el morse de esos puntos suspensivos expresaba su complicidad con lo que ella pensaba con razon su argumento de que tú no lo estabas pasando del todo mal entre mis brazos. A mí me gustaba esta complicidad ¿para qué te voy a mentir mi adorada Aurora?
Y como en toda historia de amor apareció Grecia. Los dos habiamos estado en ese hermoso pais. Tú en tu luna de miel (¡como mi hermana debía haberte dicho en ese instante!) y yo en varias ocasiones y con muy distintos compañeros. La primera en el 75 para oir en el estadio Panatinaikos los cantos revolucionarios de Miikos Theodorakis.
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.......Ma petite Aurore...estoy llorando mientras escribo, pero son lágrimas de felicidad. Bailar contigo ha sido algo por lo que realmente ha merecido la pena esperar sesenta y tres años, que es justamente mi edad.
      Cada vez que el diskjokey cambiaba el ritmo de la musica, tú, mi querida y amada Aurora levantabas tu mirada hacia mí y decías que aquella musica era muy rara, pero en ese mismo instante te ponías a interpretarla y traducirla en movimientos de tu cuerpo sensuales y sugestivos. Eres un ser encantador Aurora. Con tu modestia (que te sale de forma natural de ahí su encanto) dabas a entender que no sabrías bailar tal o cual ritmo para enseguida retorcerte como una dulce serpiente henchida de amor y darle coherencia a la musica con la justificacion de tu cuerpo......cada movimiento tuyo exigia un ritmo que te venia dado con una obediencia servil desde los altavoces de la pista.....eras la bruja del baile.......la musica era creada con cada movimiento tuyo...antes solo existia la Nada más absoluta, tú al moverte creabas la música......la Música.
              Te reías cuando te propuse ¿recuerdas? que huyéramos los dos, como dos adolescentes traviesos y a bordo de mi autocaravana hasta las costas de Grecia. Yo tenía, como todas las noches de sábado, mi autocaravana aparcada en la barriada de El Palo, y en dos días podiamos estar atravesando la frontera con Italia por el Puerto de Ventimiglia camino de Brindisi donde embarcariamos en el ferry que nos llevaría al Puerto maritimo de Patras ya en la peninsula del Peloponeso. Comeriamos en un pequeño restaurante de la isla de Korfú. Tus ojos de adolescente se iban abrillantando a medida que el diablo de mi persona iba tentando tus deseos más íntimos. Al final no nos hemos ido a Grecia pero....quien sabe si en reencarnaciones anteriores no hemos estado ya juntos paseando por sus calas de mar azul.....Anoche, mi adorada Aurora, me sentí por un instante Ulises en brazos de su hermosa Penélope.
Tus recuerdos son
cada día más dulces,
el olvido sólo
se llevó la mitad,
y tu sombra aún
se acuesta en mi cama
con la oscuridad,
entre mi almohada
y mi soledad.



Adieu mon amour.




Jean Valjean de Montaigne

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