miércoles, 17 de octubre de 2012

Los Diarios de Jean Valjean


                          Miércoles, 17 de octubre




Los trabajos para entregar en la Facultad me dejan poco tiempo libre. Creo que voy a sacar muy pocas asignaturas este año. De todas formas me da un poco igual pues mis proyectos son unicamente el de aprender a pintar; que tarde más o menos tiempo en sacar el titulo es algo indiferente, o al menos que debería ser indiferente para mí.


Las clases prácticas son las más atractivas pues en Bellas Artes se reducen a pintar, dibujar, modelar barro...etc etc, aunque la lectura que nos ha recomendado el profesor de Historia me está resultando muy atractiva también; la HISTORIA DEL SIGLO XX de Eric Hobsbawm (que nos abandonó el pasado 1 de octubre a la edad de noventa y cinco años de edad) es de amena lectura y muy didáctico. Creo que este hombre nos podría haber dejado (si es que no lo ha hecho) unas Memorias muy interesantes. ¡Qué lastima...! pues su prosa no tiene nada que envidiarle a la de los mejores escritores. Me ha recordado un poco a Elías Canetti.
Me ha interrumpido la redacción de estas notas una llamada al movil de mi amigo Salvador Bueno y me dice que hay unas Memorias de este escritor. Las buscaré.




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Este otoño ha comenzado con una camarera nueva en el bar del barrio donde habitualmente tomo mi ración de café. Se llama Ewa (con uve doble) y es de una ciudad de Polonia cuyo nombre me dijo pero que no entendí muy bien. Tiene treinta y seis años, o sea es algo mayor que mi hija (que tiene casi treinta) y es de una belleza aristocrática; podría pasar muy bien por un miembro femenino de una de esas familias de la extinguida nobleza eslava: alta, delgada, rubia, con ojos azules y con una cabellera abundante que ella recoge en una gran trenza que al caer a su espalda se encarama a uno de sus hombros por donde asoma como una piel de lujo...le da un cierto aire de campesina noruega (o de por ahí) que a mí me gusta mucho. Cuando seca los cubiertos detrás del mostrador más que una camarera tiene todo el aire de una elegante ejecutiva o profesora que, desprendida de su traje de chaqueta y de su portafolios se dispone a prepararse algo de comida antes de marcharse a su despacho. La piel, muy blanca y sus manos denuncian que no se han dedicado jamás a trabajos groseros o duros, me recuerda una de esas manos de las merceras de mi pueblo que llegaban a la vejez sin otra ocupación que la de atar paquetes con lacitos o sacar tejidos finos para mostrarlos a las clientas...o de pianista, todo menos de camarera fregaplatos. Me he sentido fuertemente atraido por esta joven, y desde que ella sirve el café mi tension arterial (debido al excesivo consumo de este alcaloide) corre el riesgo de alcanzar cotas dignas de un sheerpa del Everest. Sin caer en optimismos trasnochados creo que se interesa algo por mí lo que logicamente ha despertado en mi alma el inquieto revoloteo de ese gorrioncillo travieso que todos los hombres maduros pero algo poetas tenemos atesorado en el corazón como una vieja pero a la vez fresca reliquia de nuestra adolescencia.




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Esta mañana, después de haber trabajado un poco con el libro de Hobsbawm que me han recetado en la Facultad he bajado al bar a tomar café y a ver a Ewa. Está sirviendo los desayunos a los más dormilones del barrio. Yo, una vez sentado en mi esquina habitual de la barra, uno de los dos camareros (que están ahí desde que se abrió el establecimiento) me sirve mi descafeinado con leche y sacarina (se lo sabe ya de memoria y sólo me pregunta cuando me ve llegar. ¿con sacarina o con azucar? que son las dos variantes entre las que me muevo según haya ido el dia con la comida de dieta. En mi MP-4 suena mi cancion preferida de todas las que canta ese bello angel negro llamado Witney Houston (no recuerdo el titulo pero fue la banda sonora de la pelicula El Guardaespaldas)
Yo la sigo con la mirada y ella, Ewa se pasea por el bar con la elegancia de una profesora de danza; el cuerpo completamente recto. Cuando se acerca hasta el cubo de la basura para tirar los restos de alguna mesa (yo me encuentro muy cerca de ese cubo) o a tomar un sorbo de café del vaso que tiene en una esquina de la barra, nuestras miradas se encuentran y nos recreamos por unos breves segundos sin excusarnos por esa mirada tan expresiva con alguna sonrisa de circunstancias. Y entonces, con el sabor de esa mirada de Ewa, en mi viejo corazón se produce un pequeño terremoto y los dos dígitos que marcan mi ya avanzada edad se dislocan, se intercambian los lugares y así, vueltos del revés, marcan otra edad, una edad que hace ya muchos años que viví. Como dice el bueno de Nat King Cole en una de sus canciones: el amor es algo maravilloso...¡bueno! él lo dice en inglés.  

Ilustracion del encabezamiento: El Beso. Fotografía de Jean Valjean

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