domingo, 15 de febrero de 2009

Un sueño triste y sabio


Esta mañana, al despertarme, y no sé muy bien porqué, he recordado un sueño que tuve al poco tiempo de fallecer mi esposa.
Yo me encontraba -ya estamos en el sueño- con ella, con mi esposa, en el interior de un bar de una gran ciudad que el sueño no especifica. Estamos sentados en un rincón algo alejado de la barra y tomando unas consumiciones. He de hacer constar que el bar tiene un aspecto algo mísero. En un momento determinado le digo a ella que voy a acercarme a la barra para pagar lo que hemos tomado. Cuando regreso de haberle pagado al camarero el servicio me encuentro con que mi esposa no está donde yo la había dejado. Pensando que estará en los servicios me siento a esperarla. Cuando considero que el tiempo transcurrido ha sido más que suficiente me dirijo a los servicios de señoras para ver qué le hace retrasarse. La señora que limpia los lavabos me dice que no ha entrado ninguna mujer en los servicios durante ese tiempo. Sin duda -me dije en el sueño- ha de estar esperándome en la calle. Y hacia la puerta de salida me dirigí.
Cuando se cerró la puerta del bar tras de mí, me quedé enmudecido de espanto por el espectáculo que se ofrecía a mis ojos; bien es verdad que en el sueño yo no había tenido ocasión de ver el lugar de la ciudad y la ciudad en la que se encontraba dicho bar pues el sueño comienza en su interior y ya estamos Conchi y yo sentados y tomando nuestras copas...o lo que fuera que no visualizo en el sueño. Pero, evidentemente, el paisaje que se me brindaba causaría el espanto de cualquiera. Se reconocía con cierta dificultad que aquello había sido una plaza, la plaza típica de una ciudad cualquiera de nuestro entorno europeo, con la diferencia de que en la plaza de mi sueño todos los edificios se habían venido abajo y lo que habría sido el suelo o piso o adoquinamiento de la misma se hallaba enterrado bajo una capa de escombros de un metro de altura. Se veían también montañas de tierra que se habían formado con el derrumbe de lo que debieron ser altos edificios....De mi esposa, ni rastro. En todo aquel paisaje lunar no había nadie, cuando se supone que el bar donde nos encontrábamos, por el ambiente que tenía debía de estar en un lugar muy poblado de la ciudad. Solo, al otro extremo de la plaza había un coche con una persona en su interior a la que me acerco y le pregunto si han visto a mi esposa y les hago una somera descripción de su físico. Esa persona ni siquiera me responde. Da la sensación, por la reacción de indiferencia que tiene, que no me ha oido. Y ahí se corta el sueño. Creo recordar que antes de acabarse el sueño, alguien me señala una puerta; una puerta que etá de pie, sola, sin paredes y en equilibrio mágico, cerrada.
El significado del sueño no puede estar más claro de lo que está. Es de una evidencia fortísima. Verán: Mi mujer desaparece en el sueño para significar su fallecimiento en la vida real. Y las ruinas y escombros en que se han convertido la plaza significaría que el mundo que yo conocí con Conchi, mejor dicho, nuestro mundo, el que fabricamos los dos para nosotros, ha desaparecido y yo, solo o acompañado de otra persona, he de levantarme otro universo sobre el solar que ha quedado del derrumbamiento de ese mundo que compartí con mi esposa. Los edificios se han derrumbado, todos los edificios, pero queda el suelo, queda el solar sobre el que levantar otra plaza, en el caso de mi biografía, levantar otro mundo. Se ha cerrado para siempre una etapa de mi vida y se ha abierto otra nueva en la que todo lo tengo por hacer. De ahí el encabezamiento de este artículo: Un sueño triste y sabio.
Pero cuando pienso en este sueño me vienen muchas interrogantes a la cabeza. ¿Quién me dicta ese sueño? ¿Tendremos cada uno de nosotros un sabio y viejo filósofo escondido en lo más profundo de nuestra alma que nos guía en las situaciones más dificiles para poder sortearlas?

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