lunes, 23 de febrero de 2009

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Aunque la foto nos lleve a pensar que estamos en presencia de uno de aquellos voluntarios que en el 36 vinieron desde otras tierras a luchar al lado de los republicanos españoles y que aprendieron, todos, a beber "rioja" subidos en un tanque ruso, créanme, éste no es el caso; tampoco estamos delante de ese escritor republicano que después de un largo exilio bebiendo mate o tequila viene a morir a la vieja patria, con su perilla a lo "jotasender" y las manos cruzadas como un catedrático de Instituto liberal, de aquellos de la Fundación Fernando de los Ríos. No. No, señor. Lo que tenemos en el disparadero de la cánon digital es un animal mucho más pacífico y un personaje bastante más prosáico, a saber: un maestro de escuela jubilado que se ha hecho retratar por un amable transeunte delante de la puerta de entrada del Museo de Arte en la hermosa ciudad de Viena (*) hasta donde ha llegado esta vez en sus viajes por Europa a bordo de su autocaravana; el mismo que firma sus crónicas con el seudónimo de Jean Valjean, ya saben, (y si no lo saben ya se los digo yo) el personaje principal de una de las mejores novelas de la Literatura francesa: Los Miserables, del escritor Victor Hugo.
Cualquier avispado lector se dará cuenta enseguida de que el dicho seudónimo, nuestro amigo lo ha tomado prestado del protagonista de LOS MISERABLES la famosa novela de Victor Hugo, una de las lecturas que frecuentara en su accidentada adolescencia, si bien nos vemos obligados a añadir que como amante de la música que es, parece ser que la eufonía del nombre también lo atrajo fuertemente: "Llanbalyán", "Llanbalyán" se repetía una y otra vez mientras deambulaba por la cocina de su pequeño apartamento preparándose el condumio cotidiano... ¡Ah! y se nos olvidaba lo más importante: El pesimismo, en la más negra de sus versiones (que es la que viene trufada del escepticismo más consistente) es una de las más destacables características de este hermoso ejemplar de vertebrado que se nos muestra en la foto.
Aunque nunca nos lo ha confesado (pues su pudor casi raya el misticismo) parece ser que nuestro escritor sueña con la remota posibilidad de que algún día, uno de esos animalitos de los que se alimentan los escritores, o sea los lectores, alguno de ellos, pose su mirada entre ingenua y curiosona en lás páginas electrónicas de este periódico del que él es, a un tiempo, el director, el único redactor, el becario y hasta el chico de los recados, como aquellos que en tiempos del periodista Gonzalez-Ruano le llevaban a éste, que escribía sus articulos en el Café de Gijón, el correspondiente cheque, pago del cotidiano y sagrado articulo. Claro que también es consciente de que una cosa es el sueño y otra bien diferente la realidad, porque la verdad es que los lectores tienen tantos prados donde poder posarse que nuestro querido Valjean -¡bien lo sabe él!- tiene unas posibilidades remotas, por no decir remotísimas.....

P.D.: (*) Dudo, y no poco, de la correcta ubicación geográfica de la foto. (jean valjean)






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