sábado, 28 de marzo de 2015

Crónica de una victoria anunciada

Prólogo:
Quiero colgar en mi blog, este relato que me ha enviado mi amiga Sara. Mi amiga Sara, lee a Cioran, Bukowski y escribe muy bien.

                  CRONICA DE UNA VICTORIA ANUNCIADA

     He matado al dragón. Pero yo no sabía que su llama estaba extinta, que era el último de su especie. Ahora Greenpeace me persigue, y ni siquiera tengo un poco de compost con el que sobornarles. Vale, lo hice. Lo hice por los cuentos que me contó Disney, ese hombre tan frío. Lo hice porque le di a los intérpretes, sus libros decían que los dragones representan los propios miedos.Y muerto el perro muerta la rabia ¿no? No, en realidad muerto el perro muerto el perro. Los miedos son como un idioma, puedes matar a sus hablantes pero la configuración impalpable sigue existiendo. Además es un idioma que comprendes, que tu laringe ha memorizado. Pero volvamos a la historia.
   
     La protagonista era yo (¿como no?) Yo limpiaba culos en una residencia de ancianos y jugaba al cinquillo con la muerte (la muerte se llamaba Isabel y su alzheimer la hacía recitar interminablemente vida de un héroe el poema y Zúñiga) Era elegante no tener aspiraciones. Era casi zen, casi nada. Iba al trabajo y luego volvía del trabajo, matada mis propias gallinas para sacarles de dentro los huevos (nunca he tenido demasiada paciencia) y tenía una escasa pero suficiente vida social.

     Pero entonces, una noche, lo supe: A esa hora tan recóndita que ni una ventana de la ciudad permanecía encendida vi la guarida del dragón. Más allá de los polígonos industriales y los toros Osborne, en la cima de una colina, se elevaban bloques de piedra superpuestos desordenadamente; era una torre. De ella provenía un lamento como de camión cisterna. Por un momento, volviendo la mirada al interior de mi cuchitril ikealizado, dudé si estaría soñando. Algo me empujo hacia allí. Quería descubrir qué era ese aullido que, como más tarde comprendería, me había arañado el
corazón.

     Hacía frío y la torre estaba rodeada de cadáveres. Algunos, de cuyos vientres reventados brotaban extrañas especies arbóreas, aún musitaron canciones de Antonio Vega y los Chunguitos "Ojala estuvieras aquí", pensé, como una de esas postales. Para darme la mano y todo eso que hacen los padres. Entré por un hueco entre dos de las piedras que sostenían y formaban la torre. A partir de ahí la enormidad y el terror volvieron mis actos breves y certeros; limpios, como nunca me había ocurrido. Sí: era un dragón, y si: lo maté. No es que esté muy orgullosa de ello, pero ¿qué otra cosa podría hacer? En ningún momento estuve en peligro, pero eso no le importa a la imaginación.
Después me enteraría de que era una especie ofensiva de reptil, el último de esos seres sobre la tierra. Pero vamos, que seguro que lo pueden clonar, los científicos todo lo pueden.

     Ahora veo avanzar como agua derramada la investigación, en las noticias de Antena3 justo después de que informen de la última colección de Victoria' Secret y antes de los deportes. No me importa si me pillan, la vida sólo puede cambiar hasta cierto punto (sólo puedes estar otro sitio, con otra gente) y seré capaz de adaptarme. Asentiré, como he hecho siempre. Sé que eso no es admirable pero es lo que hay.


     Echo de menos al dragón, su lamento nocturno, su inaudita capacidad para conmoverme, pero me consuela pensar que su cadáver, como el mío, alimentará a millones de seres vivos. Se fundirá así con la tierra y de ella brotarán manzanos, lirios, aves del paraíso o enormes centros comerciales. Quién sabe.


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En este relato lo voy a poner todo. Va a ser un collage bizarro de violencia, sexo, viajes iniciáticos y galaxias lejanas. Pero todo ello guiado por un propósito edificante. Van a estar implícitas todas las filosofías posibles hámster la vida y sus contoneos. Van a venir los Power Rangers a explicarnos cómo vivir plenamente el ahora y, luego, unos samuráis fracasados con barba de dos días y barriga cervecera van a llevarse de putas a nuestros héroes, que acabarán reconvertidos en soberbias caricaturas de sí mismos a la puerta de cualquier tugurio de mala muerte.

     Incluirá los mandamientos y las abluciones. Todas las religiones existentes, a los matemáticos antiguos y su concepción geométrica del mundo. A los fisioterapeutas bancos, los cantantes mudos, las niñas diabólicas. Todos se congregarán en ese relato, para enseñarnos lecciones moral mente purificadoras, como un coro de gospel en el momento justo de la película.

     Habrá pájaros que ya se han extinguido. Y lluvia.

     Los besos se confundirán con impactos de cuerpos contra el asfalto a 200 km/h, que a cámara lenta y con la banda sonora adecuada nos resultarán estéticamente sublimes. No sentenciará que vivir merece la pena, sino que lo mejor es enemigo de lo bueno. Habrá mafiosos rusos cantando saetas, y la silueta del amor de tu vida alejándose para siempre en una tarde de verano. Habrá barcos piratas en las aguas de Somalia y orcas asesinas pescadas justo después de ser liberadas por niños americanos con aparatos en los dientes. Habrá tetas, caricias, fluidos, deseo, aliento. Mal aliento. Gengivitis. Repugnantes desórdenes cuatáneos.

     Espías tras las cortinas, que beban café caliente sentados al brasero con sus madres, en sus días libres. Con la pistola sobre la mesa y molestos como niños cuando ellas les interroguen sobre su dieta. Pero sobre todo habrá adicciones, maratonianas jornadas de trabajos basura, rebeliones en la Granja San Francisco (miel derradamada por todos los ordenadores de la empresa, etc.) Bromas malas, amistad y cariño. Desencuentro, frustración....irónicas e ingeniosas revelaciones sobre nuestra propia conducta.

     Ordenará el mundo con un solo fallo, porque nada es perfecto. Hará que dejemos de avergonzarnos de nosotros mismos, de cualquier porción; hará que nos amemos y aceptemos y no creamos que otros pueden enseñarnos como comportarnos. Diluirá el sistema educativo en un par de trazos. Después de leerlo, nos levantaremos por las mañanas e iremos adonde queramos, sin prisa. Este relato nos hará sentir libres y nos hará descuidados. Nos hará reirnos como si no tuviéramos pasado. Correremos nosotros hacia nosotros mismos, con los brazos abiertos y entusiasmados. Será como un poema de Whitman, será un poema panteísta, monoteísta, ateo y gramaticalmente impecable. No tendrá una sola coma fuera de lugar, una sola falta. Sus premisas sustituirán a las premisas que tanto tiempo nos ha costado edificar sobre la realidad. Nos sumergiremos y creeremos. Confiaremos. Abriremos las manos saboreando nuestra saliva metálica. Olvidaremos por fin nuestra postura, nuestra identidad, nuestras contradicciones.

     Y todo, gracias a este pequeño relato. Un relato que no nos promete la felicidad, sino que se promete a si mismo. Amén -perdón- quise decir: Amen.

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