martes, 16 de marzo de 2010

Crónicas de Allí (1)

El Pueblecito de Allí derrama su blanco caserío sobre la confluencia (palabra que es muy del agrado de historiadores de Casino) de dos mares que se besan en un Estrecho cuyas aguas han sido, a lo largo de la Historia, paso obligado de todos aquellos grupos humanos que se han movido por esta esquinita soleada del Planisferio.
Dos montañas una con forma de mujer yacente, y la otra con apariencia de dragón dormido sobre el mar lo abrigan de todos los vientos de la Rosa, ¡de casi todos! formando además estas dos montañas una ensenada que llama como la buena madre llama a sus hijos a los barcos que cruzando el Estrecho desde un mar al otro, son sorprendidos por alguna tormenta en mitad de tan peligrosa travesía.
Los allineros ni más ni menos que como el resto de los humanos se sienten muy orgullosos de la ranciedad de su Historia Local, aunque ello no sea obstáculo, naturalmente, para que alguno, más recatado con su árbol genealogico, se guarde mucho de revelar cómo llegaron sus antepasados al Pueblo, pues la negra mole del Presidio que se yergue sobre la cabeza de dragón, amenaza en todo momento con echar sobre los apellidos de los más indiscretos alguna pequeña mácula de ¡eso si! dificilísima borradura ¡no se si se me entiende!
¿Ve usted esos hermosos pinos, que aspiran con llegar a las nubes cualquiera de estos días?
Si señor, ya lo creo que los veo...¡la mar de bien!
¡Pues...! ahi donde usted los ve...¡los plantaron los presos!
¿Dice usted...? exclama el forastero muy sorprendido
¡Lo que yo le diga...! Y...¿conoce usted, por un casual, a Fulanito de Tal? ¡si...hombre!... aquel que tiene el Obrador de Pasteleria junto al Casino...
No señor ...no lo conozco pero...
¡Bueno! da igual...pues ese, ese mismo, es hijo de presidiario, su padre, de joven, mató a un Guardia de Asalto en el barrio chino de Barcelona...
¡Claro! que estos problemas que tienen algunos allineros con el pasado remoto que se empeña en querer convertirse en pasado reciente, cuando no, en presente fresquísimo lo solucionan quemando las Partidas de Nacimiento, ¡tan engorrosas!, de sus antecesores cuando alguna Guerra se las pone al alcance de la mano ¡iba a decir "...del mechero"! . En la última guerra se "aliviaron" de la Historia local de Allí, por este expeditivo método algo así como tres mil o cuatro mil presos que se empeñaban en subir a la superficie de los hechos historicos a la menor ocasión, ¡vaya! ¡una verdadera lata!
Oiga...¿usted no será por un casual pariente de aquel cocinero del Presidio que mató a la mujer del Alcaide y la coció en el rancho de los presos..? Esto que le cuento sería cuando la hambruna del 40...¡no se si usted se me recuerda...!
¡Calle, hombre, calle! ¡no diga usted tonterías!
Pues...usted me va a dispensar...pero le juro que es usted clavaíto a ese fulano del que le hablo.


-oOo-


Los días de lluvia, el niño no se iba a jugar al Parque, ¡no!; ni tampoco a coger barro a "La Estufa", el lugar donde bañaban y pelaban a los quintos cuando éstos llegaban al Pueblo, ¡tampoco iba a "La Estufa!; no se iba con su patinete a las proximidades de la Casa Cuartel para perseguir a las hijas de los guardias civiles...; no se iba a ningún sitio de estos. Algunos de sus amigos aprovechaban los días de lluvia para ver cromos en el kiosco de Segundino "el del Zoquillo", o se refugiaban detrás del campo de futbol en la fragua de "el Sardinas" a ver como herraban a los caballos de los moros que venían de las kábilas más lejanas, al otro lado de las montañas; se metían dentro de la fragua a escuchar conversaciones "de mayores" para luego, comentarlas en el corro de la Escuela, con cuidado, ¡eso, si!, de que don Antonio no los sorprendiera...; pero él, el niño, tampoco se iba con ellos por más que insistieran sus amigos. Los más grandecitos de la calle se iban ¡que aburrimiento! a jugar al parchis con la hermana de Luiso, que ya estaba la hermana en quinto curso ¡ahi es nada! del Bachillerato, y se rumoreaba que ya tenía novio; ¡claro! que luego se enteraron que algunos, pellizcaban las entrepiernas de la hermana de Luiso, que se dejaba hacer, y salian luego todos de la casa colorados como manzanas y apagando con las manos alguna risita socarrona; de todas formas los mayorcitos ya habían perdido la magia del juego, no sabian divertirse...
Los días de lluvia, el niño, no hacía nada de esto:
Mamá... anda! ¡sácame la caja de las fotos!
El niño, desde muy pequeño, ayudado por esta caja una caja de cartón, una caja de zapatos, que la madre renovaba cuando alguno de sus hijos visitaba la zapatería llegó a convertirse en el cronista oral de la familia; todo lo preguntaba, todo lo investigaba, nada escapaba a su curiosidad...
Mamá, y este o esta, segun el caso ¿quien es?
La madre, cuando no se acuerda, se lo inventa y ¡en paz!, pero tiene que ser una invención muy convincente si no, no sirve para calmar al pequeño historiador
¡Anda ya! te lo estas inventando...¡seguro...!
Bueno, pues...¡entonces...! pregúntale a tu padre, a la noche, cuando venga a cenar...
Esto era lo que hacía el niño los días de lluvia:
Mamá... Este paso era el más dificil
Dime la voz de la madre viene apagada por los ruidos cotidianos de la cocina
¿Puedo coger la lupa de Paquito?
No, ya sabes que a él no le gusta que le andes trasteando su escritorio.
¡Anda!
Y es que, un día, que Paquito estaba con gripe Paquito es el mayor de sus hermanos y no fue a la oficina, le dieron permiso a él para no ir al Colegio ese día y hacerle compañía al hermano. Aquel día vieron juntos las fotos de la caja. Y en un momento determinado su hermano dijo:
Trae una lupa que hay en el cajón de mi escritorio...
Paquito tenía escritorio ¡cómo no...! , y un cuarto para él solo, también y lo dejaban de guardarse, en sus bolsillos, la llave del armario. El armario de su hermano Paquito despertaba la curiosidad del niño, se imaginaba que atesoraba en su interior algo fantastico e inaccesible. Cuando Paquito comenzó a afeitarse, papá le trajo una afeitadora electrica, y todos sus amigos de la calle estuvieron en casa para verla
¡Anda chico! ahi es nada...una afeitadora electrica
Claro que...Paquito, con sus dieciseis años, era ya todo un Funcionario del Gobierno; al niño esto de "funcionario del gobierno" le sonaba algo asi como a "Embajador Plenipotenciario de sus Augustas Majestades ante la Corona Real del Imperio Austro Húngaro" lo de austro húngaro lo había aprendido en un libro de Emilio Salgari no recuerda cual y le gustaba emplearlo cuando jugaba "a piratas". Cuando el niño fue creciendo se enteró de que eso de ser "funcionario del gobierno" no tenia mayor misterio...
El niño sabía que si insistía, su madre rendía la plaza
¡Anda! deja que tome la lupa de Paquito, no va a notar nada
Está bien, cógela, pero luego se la dejas como él la tenía..¡ya sabes como se pone..!
Paquito tenía las tardes libres, y las echaba en llevar la Contabilidad del Casino; con el primer sueldo que le pagaron le compró al niño el niño no lo olvidará nunca sus primeros libros de lectura; eran ocho, del número no tiene duda y eran de Emilio Salgari: "La Cimitarra de Buda", "Cabeza de Piedra"...
El niño tomaba la lupa del escritorio de su hermano, teniendo antes la prevención de memorizar la ubicación exacta de la misma: "eso es se decía entre el cortaplumas y la agenda, la cabeza hacia el interior..."
Armado con la lupa, abrigado el cuerpo por los faldones cálidos y suaves de la funda de la mesa camilla, y abrigado el corazón con el tintineo de la lluvia en los cristales, se sumergía el niño en la caja de las fotos. Las más antiguas siempre estaban al fondo; amarillentas, medio tostadas algunas por los cirios encendidos ante ellas el Dia de Difuntos, pobladas casi todas por excrementos de moscas, pegadas, las fotos, sobre cartón duro de la Unión Postal Universal. El niño volcaba la caja sobre la mesa, y las colocaba primero de nada boca abajo, y así las iba tomando, le gustaba la sorpresa.
No las rompas, ten cuidado, que luego se enfada tu padre...
Si mamá respondía el niño cuya imaginación había cortado ya amarras con el presente y, hundida ya en su mundo mágico, en su propio fantastico mundo navegaba libre por el infinito paisaje del Tiempo utilizando, tan solo, la lupa y aquellas viejas fotos antiguas, como aguja de marear.
La primera que llega a sus manos es una vista de Allí, con el Presidio al fondo sobre el Monte.
El niño llamaba a su madre que era bien lo sabía él la compañía imprescindible para ver bien las fotos y enterarse, también, de las historias que ellas encerraban.
Mama..
¿Qué...?
¿Vienes..?
Y la madre, con el delantal puesto aquel viejo y desgastado delantal gris y secándose las manos que le huelen a lejía, se sentaba también junto a la mesa camilla, como todos los días de lluvia
Mamá, ¿cómo se llama esta calle?
Es el Paseo "de Las Palmeras"
Y...¿donde está la Estatua del General?
Ahi no viene, esta foto es más antigua. ¿Ves ese edificio negro de la derecha? Eso era una Escuela
¿Si?
A esa Escuela iba tu padre cuando era como tú, y a la salida se remolcaba de los coches de caballo.
¿Un coche de caballos como éste?
Si, y si el cochero tenía malas pulgas le pegaba con la tralla
¿Qu es una tralla?
Un látigo que no duele
Por el centro de la foto, que es el centro de la calle, viene hacia el niño un coche de caballos, junto a una camioneta cuadrada y negra como las que él ha visto tantas veces en las peliculas de Charlot
Mira, un sombrero como éste lleva Charlot en una pelicula
Se llama "canotier" contesta la madre tu padre también lo usaba cuando "me pretendía"
¿Qué es eso de "...me pretendía"
Pues, que ya "me hablaba"
Y ¿que es eso de "...me hablaba"
Anda, mira la foto, ¡tonto...! ¡pues que éramos novios! antes se decía así.
La madre pasa su mano, arrugada y deformada por "la reuma", sobre los cabellos rebeldes del niño, y se rie de sus preguntas. Ya ha dejado de llover le dice al niño ¿no te quieres ir ajugar a la calle?
El niño no contesta, sus ojos no se apartan ya de la ventanita de la lupa, "ventanita de barco" la llamó él cuando su hermano la sacó del escritorio.
Hay un coche detenido... para el niño no existe ya el papel de la foto, solo la imagen; se ha convertido asi la "foto" en una ventanita al pasado ...hay un coche parado junto al Hotel.
Ese era el Hotel de las Naciones, y el coche servía para recoger a los viajeros que venían en el Barco...
¿Quién es este hombre, que está junto a papá?
¿Ya has tomado otra foto?
¡Claro! Luego, cuando te marches tú, vuelvo a repasarlas más despacio.
La madre toma las gafas y mira la foto alargando el brazo. Le quedó esta costumbre desde que "andaba" sin lentes
Se te van a caer las gafas, mamá. ¿Por qué no dejas que yo te las arregle? ¿eh?
No que aún me las romperás más, ya lo hará tu padre. La madre tarda en recordar, ya hace muchos años que fue joven ¿este que está junto al autobús?
La foto representa el Ford del año 25 que tenía el padre del niño en la Linea regular Allí Campo Exterior, es el mismo o parecido autobús que se llevo el temporal una noche en que el mar saltó a la carretera.
Este es Antonio...Antonio Vera; y trabajaba con tu padre de conductor. Cuando estalló la Guerra, ¿sabes? la noche que bombardeaban los republicanos nos ibamos todos a la kábila de El Viú, tu padre nos llevaba en el autobús; y este Antonio era tan miedica que se quedaba en la kábila incluso cuando todos los hombres ya habían regresado al Pueblo. Tu padre no hacía más que mandarle recados con un leñador que le traía carbón para el autobus, pero Antonio Vera no bajaba; ¡lo miedoso que era! Una noche que cenó con nosotros en casa...(yo estaba ya embarazada de Paquito ¿sabes?) una sonrisa tierna aparece en el rostro de la madre que nació cuando terminó la Guerra; pues sonó la sirena de los bombardeos y él salió corriendo del comedor para meterse debajo de nuestra cama; tu padre y yo nos fuimos al sótano de la casa y Antonio, por más que lo llamamos, no consintió en salir de su "refugio". Cuando terminó el bombardeo se lo había hecho todo encima, ¡se puso...!
¿Vive, todavía...?
La madre tiene la mirada perdida en los recuerdos
¿Quién...?
¿Quin va a ser? Antonio Vera responde el niño desesperado de los sueños de su madre.
No, después de la Guerra se embarcó en un petrolero....noruego, o sueco. Y una noche de temporal se cayó al mar y no lo encontraron jamás. Era muy bueno. ¡la de noches...! que me había dormido a Paquito en sus brazos cuando acompañaba a tu padre a casa.
Está, el autobús, cerca de la playa ¿verdad mamá?
¡Huy! esto está ya muy borroso, no puede distinguirse. Anda déjame que la mire con la lupa.
La madre del niño, seca sus manos de la lejia en el delantal por segunda vez, le da mucho respeto que se pueda caer la lupa al suelo y romperse A ver a ver...si, es la playa. Y esta casa que asoma detrás del autobús era de los Peones Camineros. El autobús tenía ahi una Parada.
¿Este fue el que se llevó el mar cuando aquel temporal tan fuerte?
Pues no lo se, tu padre tenía dos autobuses. Pudo ser uno cualquiera de ellos.
El niño vuelve a colocar otra fotografía debajo de la "ventanita de barco" que es para él ya se ha dicho la lupa. Y asomado a ella, a su pequeño "ojo de buey", observa los barquitos antiguos fondeados en la bahía:
Mira, no son como los de ahora, ¡tienen velas! descubre el niño asombrado como los que describe Emilio Salgari en sus novelas.
Las barcas de pesca, inmóviles sobre un mar calmo, con las jarcias desnudas e inclinadas, toman la apariencia de algo dormido, de algo que está en reposo.
¿Donde estaba el Cuartel de papá?
Al otro lado de la montaña, ahi no se ve.
Oye, mamá, ¿tan pequeñito era el autobús de papá?
El niño toma y suelta fotografias con mucha rapidez, picotea de ellas como un pajarillo en el secano.
Pero...¿ya has visto la anterior?
Pues ¡claro! dice él muy convencido y autosuficiente.
"Ca..sino, Aa.fri.cano" lee el niño ¿Esta es la calle Real?
Si
Anda, ¡que estrecho!, Y ¡parece de juguete!
¿La calle?
No, ¡tonta! el autobús de papá, que parece de juguete, por lo pequeño claro. Este del caballo se ha parado para salir en la foto. ¿Lo ves cómo nos mira?
La madre sonrie.
Se parece mucho al lotero del Zoquillo. insiste el niño
¿A quien dices, a Ramonete?
Pero ya ese que se parece a Ramonete y la fotografía entera ha perdido interés para el niño, que la ha sepultado en la caja de cartón y ha vuelto a tomar otra, para seguir asaeteando a su madre con más preguntas.
Oye, mamá, ¿por qué tienen todas, este color marrón?
Porque son viejas.
¡Hala! ¡ya estás inventando otra vez! no es por eso, Paquito me lo ha explicado.
¿Entonces por qué me lo preguntas? responde la madre marchando a la cocina ¡déjame un rato, ¡anda...!, que tengo que coser una camisa de tu hermano, mañana tiene que hablar con su Jefe, le van a dar un aumento de sueldo ¿sabes?.
La madre del niño se siente muy orgullosa de su Paquito, el mayor de los hijos. Paquito es ya todo un hombre que mete su buen dinerito en casa cada último de mes; y es, gracias a su Paquito, como ella lo llama que puede ir comprándole algunas cosillas a los más pequeñajos de la casa. "Es ya todo un hombre...si señor"
"Puen...te de Al...mi...na" mira mamá, y está parado sobre él el autobús de papá. ¿Aquí tenía su parada el coche de caballos del abuelo?
No, eso es un cuartelito pequeño que había junto al Café del Campanero. La Parada estaba en frente.
Pues no hay ningun coche de caballo.
Por que estarían dando viajes. Había muy pocos. El Pueblo era entonces muy pequeñito.
Y el Cuartelito este ¿de que soldados era?
Ahí se encontraba la Brigada Topográfica.
¡Ah! exclama el niño satisfecho de ir asociando y estructurando en su cerebro la historia de la familia donde estaba el marido de la tia abuela Isabelita, el Candido, Candido Puchol?
¿Quien te ha contado a tí eso?
Pues la abuela, la abuela Encarna.
¿Has ido a verla?. Está mala, ya sabes lo que le gusta que vayas por su casa.
Si, pienso ir mañana, ¿si me da una peseta puedo cogerla?
Si es una peseta si, pero más no ¡eh!, no quiero.., ¿me oyes?
El niño levanta sus ojos grandes de su ventanita de barco, de la lupa
Si. ¿el abuelo le da dinero?
Ya sabes que están enfadados
Y un brillo inoportuno surge en los ojos cansados de la madre



Desde tiempos inmemoriales otra palabrita muy del gusto de historiadores de Casino o de Cronistas de provincias los allineros se han estado zumbando la badana de lo lindo, o sea, ni más ni menos, que como el resto de los mortales. No sé cuantísimos años antes de Cristo ya vemos, en cualquier Manual de Historia que se precie de tal, al caserío de Alli, más pequeño que ahora,naturalmente, rodeado de murallas, también, llenas de allineros que tiran aceite hirviendo sobre otros allineros que se han quedado fuera. Cuando los de fuera consiguen entrar, ponen aceite a hervir y sofrien a los nuevos aspirantes a allinero que gritan al otro lado de las murallas, y así....ad infinitum.
La última vez que se liaron a tortas unos allineros contra otros, lo dejaron todo dicho sea con respeto hecho unos"zorros" Oiga...¿y a éste, quién lo mató?
Pues, el que está enterrado a su vera.
¡Ya...!
Y no se explica muy bien, verdaderamente, que un paisaje tan paradisíaco, pueda criar una raza tan belicosa como la de los allineros. Cualquier rinconcito de Allí, invita al sosiego, al arrullo tierno y amoroso, al descanso...rodeado, como lo está, todo el caserio de hermosas y tranquilas ensenadas de aguas transparentes; bosquecitos de pinos rumorosos y frescos a los que solo les falta su pequeño nomo sentado en un viejo tronco carcomido; sus barquitos de pesca, rompiendo unas aguas mansas como el aceite...La verdad es que tiene dificil explicación esta afición de los allineros al violentisimo deporte de hurtar la vida al semejante que se le pone a tiro de cañón....
No se han conocido en sus contornos, de enfermedades infecto contagiosas como decían los manuales antiguos dignas de mayor renombre, si hacemos excepcion, ¡claro está! de la gripe del soldado que en el 18 mermó algo la poblacion cuartelera de Alli; unos pequeños coletazos de tuberculosis que como ocurre siempre se llevó a los peor alimentados y dejó a los mas rollizos; y algunos casos aislados de cólera que le entraban ya no por el Puerto cada verano a bordo de los mercantes turcos o chipriotas...
Antiguamente, el caserío de Allí se reducia al que cabía cerca de su Puerto y el que se concentraba en las faldas de ese monte con forma de dragón dormido coronado por el Presidio. Todo lo que quedaba fuera se llamaba Campo Exterior, lo de "Exterior" solo se comprende en una terminologia militar, que de esto sabe el Pueblo lo suyo, Y para limitar el dentro y el fuera que tanta seguridad daba, a los de dentro, naturalmente, levantaron un Puente vigilado por un Cristo...
A la que el sol comenzaba a esconderse, regresaban todos los allineros que habían pasado el día en el Campo Exterior, a refugiarse detrás del Cristo, levantando para ello el Puente que era levadizo, y hasta retirando las barcas de su foso, para impedirle a toda costa a los allineros "de fuera" que se convirtieran en allineros "de dentro". De esta época en que los allineros se peleaban unos contra otros enarbolando sus imagenes más sagradas, les ha quedado el tic de santiguarse cada vez que pasan por delante de ese Cristo. El Puente que, ¡gracias a Dios!,ya no es levadizo sigue por ahora bajado y con paso franco. Otros tics son algo más militaristas como el de ponerse en posición de "firmes" cuando les sorprende la bajada de la Bandera, delante de alguna dependencia militar; esto de ponerse "firmes" les gusta mucho a las allineras, pues dicen que sus maridos los allineros ganan así en marcialidad y elegancia...¡lo que son las cosas!





Los dias de lluvia, el niño tampoco iba a cazar "alcudones" a los eucaliptos de Loma Larga con su amigo Josemari; si si, bien lo sabía él: los días de lluvia era cuando más "alcudones" se cazaban, pues los pobres estaban hambrientos y se tiraban como avioncitos japoneses al gusano de la trampa...
-Oye- le decía Josemari, en la Escuela, escondiéndose de las miradas de don Antonio, tras las espaldas de Juanito Iglesias, el grandullón de primer curso -Mañana voy a Loma Larga a cazar alcudones, ¿vienes?, seguro que va a llover, y van a caer como moscas.
-¡Chiisst!, calla, que está mirando don Antonio.
-Pero...contesta, ¿vas a venir?.
A Josemari le gustaba el niño como compañero de caza pues mientras esperaban, ocultos en la trinchera a que cayera alguno (algún pájaro) en la trampa, el niño le contaba las historias que había leido en los libros.
-Conseguirás que nos castigue don Antonio a los dos...¡no sé si iré!, a la salida de clase te lo digo.
-¡¡¡Andoooovaaaaaa!!!- Este era el primer aviso de don Antonio; voz ronca, cejas enarcadas,varita de avellano en la diestra, y el hígado medio comido ya por la cirrosis...
-¡¡¡Ya nos ha pillado!!!- y se enfrascaba, el niño, rojo como una manzana, en su libro de lecturas: "Platero es pequeño, peludo, suave, tan blando por fuera..."
Los días de lluvia tampoco iba, a su pesar, -¡y muy a su pesar!- ala Biblioteca del Instituto; y ésto era algo que sí sentía no poder hacer. Muy pocas veces le había sorprendido la lluvia en el interior de la biblioteca, y cuando esto había ocurrido ¡qué sensación de bienestar! ¡qué impresión de seguridad!, estar sentado en aquellos sillones tan mullidos (¡no como los de la Escuela!) con su lamparita individual, y un pupitre para él solo...
-Niño -le decía el bibliotecario, que era manco- si tu no vas a estudiar, y tan solo has venido para leer coge una mesa que no tenga tintero, y deja esa libre.
Bueno, a él le daba igual. Tenía un pupitre, un escritorio para él solo, con aquel sillón tan acogedor...y el primer volumen (de los siete u ocho de la colección) de "Las Mil y una Noches" en sus manos. Todo un Universo por él (¡y para él!) recreado, con la ayuda de su imaginación (¡su portentosa imaginación!); aquel conjunto de palabras tan evocadoras que conformaban el libro.
No, los días de lluvia, el niño, tampoco iba a la biblioteca...

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-En esta foto si se ve bien el nombre del Hotel: "Ma...jestic...hotel".
Al niño le gusta sorprender a la foto, es decir, meterse dentro de ella casi sin que la foto se de cuenta, y buscar por las ventanillas de las casas ese rostro anónimo de alguien (muy probablemente desaparecido ya hacía años) mirando hacia el objetivo de la cámara.
-Hay una señora detrás de una ventana.
-¿Donde? -pregunta la madre que, por supuesto, no ve a la señora.
-Aquí...¿ves?
-Eso será una cagarruta de mosca, ¡son tan viejas estas postales! tu abuelo las llevaba en el bolsillo para vendérselas a los soldados que recogía con su coche.
-¡Que no! ¡que no! ¿No ves la cabeza? ¡está mirando para nosotros!.
La imaginación del niño (ya se ha dicho algo sobre esto) está muy lejos de la frontera con lo prosaico, con lo real y con lo palpable.
-Ese día no hacía sol -comenta el niño.
-¿Cómo lo sabes?
-¡Ay! mamá, pareces tonta, ¿no ves que, siendo de día, no hay sombras en el suelo? ¿No ves que caminan las personas sin llevar a su sombra atada a los pies?.
El niño, desde que descubrió la lupa de su Paquito, se había embebido con las postales antiguas de Allí. Siempre había soñado con viajar en el Tiempo; y cuando le habló a su hermano de este intenso deseo de transportarse por el pasado (el futuro no le importaba tanto), él (su hermano) le dijo que buscara en la biblioteca "La Máquina del Tiempo" de H.G.Wells. Lo encontró un día que bajó a la biblioteca y se lo leyó de cabo a rabo.
Las postales antiguas de Allí (con aquella ventanita de vidrio) era, casi, casi la Maquina del Tiempo; lo que faltaba del casi lo suplía con su imaginación que era un mar hirviente. Pega el ojo a la lupa e inmediatamente desaparecía la realidad presente, la realidad que lo rodeaba, solo existía el pueblecito de Allí de hacía cincuenta o sesenta años que se dejaba observar mansamente como a través del vidrio de un acuario:
-¿Es esta la parada de autobuses?
-No- le contestaba su madre (desde la cocina) que ya se conocía de memoria todas las postales -Eso que ves es la Estación de "las Valencianas" que viajaban por el interior
-¿Y el tren?
-También iba, pero con la inauguración de "las Valencianas" y el cierre de las Minas de Castillejos fue perdiéndose poco a poco.
-¿Es verdad que papá, siendo un niño, iba al Hospital O`donnell para asomarse por una ventana del depósito de cadaveres y ver los soldados muertos de la Guerra?
El niño habia quedado muy impresionado la primera vez que oyó a su padre contar esta historia:
Su padre era, entonces, un niño; de noche (sobre todo en verano) los enfermeros del Hospital O`donnell dejaban abiertas las ventanas del Depósito de cadaveres (pues si no hacían esto no había quien soportara aquel tufo que echaban los muertos. Y el padre del niño, junto con otros amigos de su barrio atravesaban, con no poco miedo, la huerta de "La Tetona", que lindaba con el Hospital, y se asomaban a la ventana del Depósito. La sala era grande, los cadaveres, completamente desnudos, eran echados, por los enfermeros, al suelo y rodeados de grandes trozos de hielo para conservarlos hasta el día siguiente en que eran trasladados al Cementerio; algunos tenían los ojos abiertos; estaban todos recien lavados; a otros les faltaba una pierna o un brazo, dejando ver el muñón sangrante de la rodilla o del codo. El que más impresionó a los niños (contaba su padre) fue un cadaver decapitado, con los jirones de carne echados entre los hombres...
-¡Mamá...!
-¿Qué quieres?
-Cuando te mueras...¿me darás las fotos para mí?
-¡Anda, no digas esas cosas, tonto...!
-¿Me las darás...? ¿Eh? aunque te las pida Paquito...
-Si, te las daré. ¡Qué querrás hacer tú con ellas...!
La madre zurce la camisa de su Paquito, y sueña, mientras cose, con verlo algún día de Jefe de Negociado. Por Navidad, a su Paquito le regalan cosas importantes los comerciantes más ricos del pueblo: una pluma Parker, un juego de bolígrafo y agenda "con su bañito de oro" como dice ella; unas botellas de "uisqui". La madre se siente muy orgullosa y, ante el espejo de la consola, se arregla, rápida y nerviosa, las últimas canas de la sien antes de abrir la puerta de la casa:
-¿Vive aqui el señor N***?
Ella se hace entonces la desentendida para que el recadero vuelva a repetirlo.
-¿Cómo dice?
-Que si vive aqui el señor N***, de la Inspección de Aduanas.
-Si, señor- responde ella con los ojos brillantes de orgullo -servidora es su madre.
-Encantado, señora, tome, esto es para su hijo, de parte de la Firma Comercial B&C
Esa noche, (en la cama, mientras le da friegas de alcohol a su marido) se lo dirá, de esa noche no pasa, que ese mes no hay que contar con la ayuda de Paquito; ella quiere que vaya al pueblo (se refiere al centro del pueblo pero se dice así entre los allineros) a encargarse un buen traje para este invierno; su Paquito habla todos los días con señores importantes; su marido le dirá que, bueno, que está bien, y le pedirá, a continuación, que no le apriete tanto en las friegas que le va a arrancar los cueros...
-¡Mamá!, ¡mamá!, ¿en qué piensas?
-En nada- miente la madre- ¿qué quieres?
-¿Qué era "el sesenta"?
La madre toma la postal. En ella se ven dos manzanas de casas, tomada la foto desde un jardín que se encuentra al mismo nivel que los últimos pisos; en medio de las dos manzanas de viviendas puede verse una estrecha callejuela que baja hacia el mar por la que transita gente, gente que apenas si son manchas de tinta y que miran -eso parece- al objetivo de la cámara fotográfica. Los pocos árboles que ha "pillado" el fotógrafo con su cámara, denuncian, con su esqueletica estructura desnuda de hojas, que estamos en otoño; una murallita corre de un extremo a otro de la foto, en ella puede leerse: "Hoy llega el sesenta".
Una mujer se ha asomado a una ventana de su casa cuando ha visto al fotografo montar el trípode de su cámara.
-"El sesenta era un Regimiento de soldados al que también se le conocía por el nombre de "El Fijo". Seguramente estaba en el frente de guerra y ese día se esperaba que llegase al pueblo.
-¿Esa era la guerra en la que secuestraban a niños y a niñas y se los llevaban a sus kábilas?
-Si, esa era...y ya no se sabía nada más de ellos. El día que tu padre y yo nos casamos, y fuimos a pasar unos días al campo, conocimos en una kábila (en la que habíamos parado a comprar huevos) a una muchachita llamada Jimo. Jimo nos contó a tu padre y a mí, que su verdadero nombre era Isabelita Canto, que siendo muy niña se la llevaron secuestrada pero que ya se había hecho mujer con ellos, y sentía como ellos, y no quería venirse para esta parte.
-¿Y hablaba como nosotros?
-¡¡Qué va a hablar como nosotros!!! ¿No comprendes que se la llevaron cuando era muy pequeñita?

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Los días de lluvia, el niño, tampoco se iba a la buhardilla a dibujar los barcos del mar. Esto únicamente lo hacía cuando lucía el sol; entonces si, entonces tomaba su bloc de dibujo, sus lápices, y unos prismáticos viejos de su abuelo, y, asomado a la ventanita de la buhardilla, iba dibujando los barquitos del mar;los grandes petroleros que pasaban por el horizonte escupiendo humo negro por la chimenea de su popa; las trajiñas de pesca, ruidosas y de alegres colores; las pesadas, oscuras y lentas gabarras, cargadas de carbón mineral. Cuando no había barcos dibujaba el camión parado en la carretera, o alguna casita perdida entre las montañas y que él aproximaba con sus anteojos. El maestro de la Escuela, don Antonio, lo animaba a dibujar y le había enseñado a difuminar colores con algodón, y a sombrear con carboncillo.
No iba, los días de lluvia, ni siquiera, a recoger "tebeos" al kiosco del señor Antonio; se aguantaba con los repetidos y los volvía a leer. No jugaba a las escuelas con su hermana por más que ella insistía.
La caja de fotos y la lupa de su hermano Paquito, el oido atento a las historias que contara su madre, era todo lo que le apetecía hacer en las tardes de lluvia...¡y merendar pan con aceite!
Esta norma la de navegar en la caja de "fotos" solo se rompía aquellos días en que, siendo "de lluvia", la madre marchaba a casa de la señora Maru para "hacer punto". La señora Maru esposa de un Funcionario del Ayuntamiento, el señor Menendez, había hecho un Curso de Punto por Correspondencia, y estaba enseñando a la madre del niño que mostraba voluntad y buena disposición para aprender todo aquello que pudiera servir para encajar mejor la modesta economía de su numerosa prole; tenía muchisima "maña" para la cocina y reciclaba los platos con una habilidad, bastante extendida por otra parte, entre las mujeres de su generación. el niño, cuando tocaba comer cocido, la animaba a que cargara bien la olla con la intencion de que sobrase:
Y a la noche, con lo que sobre, me haces "ropa vieja"
Cuando alguno de sus hijos comenzaba a fumar y el padre le daba permiso para llegar tarde a casa ¡le hacían propietario de una llave de la puerta! ella, deshacía sus jerseys infantiles y los volvía a recomponer para los más pequeños. Si la madre del niño, hubiese estado ayundando a Dios a crear el Mundo, de seguro que, a Dios despues de construir a Adán, le hubiese sobrado barro para construir una tinaja... era un "libro de caja" la madre del niño".
Pues esos dias "de lluvia" el niño marchaba a casa de su amigo Josemari, donde se jugaba a la lotería. Casi todos los niños de la calle a los que sorprendía las primeras lluvias del invierno con dos reales en el bolsillo iba a jugárselos a "ca Josemari"¡seguro...!
Ya de mayor, cuando el niño leyera por primera vez "Rinconete y Cortadillo" le vendrían a la memoria estas timbas organizadas en casa de su amigo Josemari, cuando llegó al capitulo donde describia el autor como era y qué "se cocía" en el Patio de Monipodio.
La abuela de Josemari "mamá Dolores" o "Mamaé" gobernaba, desde su oscura mecedora, aquella caterva de muchachuelos que con los céntimos en una mano y el carton o cartones en la otra se repartían por los lugares mas insolitos del salón: detrás de una butaca, debajo de la mesa, encima de la maquina de coser...ya se ha dicho: en los más insólitos!
Los juicios emitidos por "mama Dolores" eran inapelables de todo punto, y el disidente si lo había y se atrevía a tanto era acallado rapidamente por los agudos ladridos de Pachín, el perro de la familia que desde las oscuras faldas de su ama mostraba los colmillos...los pequeños y afilados colmillos; más de una vengativa paliza se llevó Pachín cuando se atrevía, el solito, con su menuda persona, a pasear por las callejas proximas a su casa.
Cuando comenzaba a oirse en la Radio la sintonía que prologaba el serial correspondiente a ese día, mamá Dolores interrumpía el juego devolviéndole a cada jugador su apuesta. Las primeras palabras pronunciadas por el narrador de la radio novela era, para los niños, la señal de dispersión, así cayeran chuzos de punta, expresión por otra parte muy allinera. Los chavales, unos tristes y otros alegres se despedían hasta la proxima timba...




¡Mira, mira, aquí está!
¿Quién está ahí? responde con la voz cansada la madre desde la camisa de su Paquito
¡Qué letra más bonita tenía la tía abuela Isabel... ¡mira! pone una fecha y una dedicatoria seguramente que para la abuela Encarna que era su hermana ¿no es verdad mamá? Escucha: "A mi apreciable y queridisima hermana en prueba de cariño"¿Esto es una "t" o una "s"?
La madre toma la foto y la mira despacio, y el niño observa como los recuerdos se llevan a su madre y a la foto a la otra orilla del Tiempo...
¡Eh! no te olvides de contarme las cosas de que te acuerdes.
¡Si, si! ya te las cuento responde, cansada, la madre
¿Su marido, el Candido Puchol o Pujol, fue el que se suicidó en Madrid durante una siesta?
No, tonto, ese fue otro...Y es una "s" termina diciendo la madre y soltando la foto encima de la mesa... dice, "Su hermana"
El niño sigue leyendo "su hermana Isabel, Melilla, diez de Mayo de mil novecientos...."
¡Mam! ¡no se pueden leer bien las dos últimas cifras!
La madre tampoco, y el niño cree leer "....novecientos uno"
¿A qué fue a Melilla?
Tenía un bar para soldados en las Cabrerizas; y los acompañaba al Frente de Guerra con una Cantina ambulante.
¿Ella sola?
Si, ella sola; tenía mucho genio la tia Isabel, anda mira la hora que es...
El niño sale hasta el pasillo y consulta el reloj grande de pared, un reloj antiguo también, y al que el niño ya ha señalado para su futura testamentaria..
¡Las seis y media!, ¡mam...me lo darás!
¿Qu es lo que te voy a dar?
El reloj, ya sabes, cuando yo sea mayor
Anda no seas tonto, y no pienses mas en cuando seas mayor, todo llegar...
El niño vuelve a sentarse y vuelve a tomar la foto de tia abuela Isabel. De todos los personajes de la saga familiar, la tía-abuela Isabel, es el fantasma familiar que más le atrae.
¿Esta era la que se disfrazaba de Republica y se paseaba,vestida así, delante de las ventanas del Círculo Monarquico?
Si, y un año la detuvieron los Guardias de Asalto. Y cuando la llevaban para la Comisaría que estaba entonces por el Revellín, le dió un beso a uno de los guardias y éstos la soltaron. Al día siguiente tenía al Guardia paseando debajo de sus balcones.
¿Ya estaba casada con el Brigada de Topógrafos...?
No, ¡tonto...!
¿Y es verdad que era "de izquierdas"?
¿Tú qué sabes de eso de los "de izquierda" pregunta la madre muy alarmada por viejos miedos?
Me lo ha explicado Curro, el Guardamuelles, y también me ha explicado quienes eran "los rojos"
Tú eso no lo digas por la calle, ¡corazón mio! y le arregla al niño un mechón rebelde de su pelo negro. ...No, no era nada de eso la tía Isabel, lo que ocurría era que en el Círculo Monarquico tomaba café un antiguo novio suyo, y lo hacía para chincharlo.
¡Joper...! ¡y...que gorda estaba!
¿Quien estaba gorda? responde, cansina, la madre sin levanta rojo de la labor
La tia Isabel
La tia abuela, era tu tia abuela...
El niño tira con algo de cansancio la postal dura y amarillenta de la tia abuela Isabel sobre la caja de las "fotos", bosteza con algo también de aburrimiento y dirige su mirada hacia los vidrios de la ventana, hundido el mentón entre sus manos; tiene la mirada como perdida en el gris azulado del cielo.
Ya ha cesado de llover; del tejado de la casa de enfrente, la vivienda de la señora Eufemia, la que tiene el marido embarcado en un petrolero noruego, se desprenden gotitas perladas de agua que se estrellan en las diminutas lagunas que ha dejado el temporal entre las grietas de la acera. Los eucaliptos del Parque han vuelto ya a su inmovilidad de cuadro, solo las hojas más altas, cimbran levemente todavía; los pajarillos que anidan entre sus ramas se han dispersado por los alrededores con un parloteo incesante, y se entrecruzan entre las geometricas estelas dibujadas por las golondrinas, por los vencejos; la voz aguda y clara de Jamido, el vendedor de pasteles, se oye tras las tapias de la huerta de Azuhara; parece como un lamento, o como el canto del muhadín de la Mezquita de Sidi Ibn Barek, que tan bien se oye desde la vivienda del niño; ese caracteristico "hay pastelillos" que el niño no olvidará jamás, aunque se diluya en el tiempo el rostro de Jamido, es la diana que levanta de su modorra a todos los niños del barrio que salen con su monedilla corriendo por entre las callejas a la busqueda del canasto cargado de bizcochos enmielados:
¡¡Hayyyyyy, pastelillooooooos!!
La madre, levanta su mirada de la labor y consulta con el reloj, si el moro de los pasteles, ha llegado puntual como todos los días, y el reloj no la deja por embustera; todo marcha en el barrio según ella piensa que tiene que funcionar; ahora saldrán al recreo los estudiantes de Bachiller de la Escuela de don Antonio, y se formara en su acera, como todas las tardes, la algarabia de peleas, gritos y risas de siempre, desde que su Paquito comenzara el Bachillerato en la misma escuela.
La camisa de su Paquito le está quedando a la madre realmente bien; ese zurcido no lo va a notar ni siquiera esa mocita que él ahora ronda por las noches en la parte baja del Pueblo, "no señor" piensa ni esa lo va a notar; y tuerce el rostro en un leve gesto de tristeza; "claro" vuelve a decirse para consolarse se buscará novia y se casará, ¡como todos!. Lo que hace falta es que ella lo quiera, lo demás...."
La voz del vendedor de pasteles se oye cada vez más cercana; el niño se levanta de pronto, y toma unos realillos del viejo portamonedas de la madre.
Me voy a "ca Semari" y baja las escaleras agil y saltarín como un cigarrón joven.
El cielo comienza a desgarrar sus acuarelas grises, asomando por entre sus jirones suaves sedas azules, al tiempo que los grandes nubarrones negros, como una piara de osos huraños y retorcidos sobre si mismo, se van escondiendo tras las montañas de Garcia Aldave. "Lo que hace falta es que lo quiera..." sigue pensando la madre del niño, que, ensimismada con el vaiven de su aguja, no se ha percatado ni siquiera de la salida veloz de aquel...



3 comentarios:

  1. Me encanta volver a recordar fragmentos de tu libro que tanto me está gustando. Y digo "está" porque aún no lo he terminado (tengo poquito tiempo para leer), pero es una preciosidad sobre todo como tratas algunas partes que son verdadera poesia, como la de la abuela Encarna, o la de Hassán, o la del farero soñador. Bueno, en realidad todo está lleno de maravillas por unas cosas u otras. Es una dulzura que provoca sonrisas, sorpresas y por supuesto, muchos buenos recuerdos.
    Un abrazo!!

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  2. He olvidado mi contraseña para entrar a Comentarios.

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  3. ¡Vaya! Ya la tengo...(la contraseña)

    ...Te decía Gebirg que al entrar en el blog para trabajar un poco en un relato que escribí sobre el fallecimiento de mi hermano, me he tropezado con la grata sorpresa de tu comentario.
    El Farero ha sido siempre un personaje mitificado en mi alma desde mis primeras lecturas de Salgari o Verne por eso me resulta tan facil escribir sobre él. Es uno de los relatos que de vez en cuando me gusta releer.
    Cuando hacía mis estudios de bachillerato soñaba con irme a Cadiz a estudiar Náutica. Creo que no hubiera estado mal....Mucho tiempo para leer y escribir y un buen sueldo para comprar libros. Hay en la Colección Austral un librito que es el diario de a bordo de un navegante solitario del siglo XIX. Un capitán de la Marina Mercante de los Estados Unidos que le dio dos veces la vuelta al Mundo en solitario sobre un pequeño yate de velas construido por él mismo. Cuando intentó por tercera vez la circunvalación del Globo el mar no lo devolvió nunca más. Y decía en su diario de a bordo que más terrible que el propio mar es la soledad tan absoluta que se siente en ese inmenso desierto de agua azul.

    Besos desde el Mediterraneo...

    Jean Valjean

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