martes, 1 de diciembre de 2009

Hallada una página inédita del Diario de Spandau (Nota de nuestro corresponsal en Berlín)

En una librería de ocasión de la Augustusplatz de Leipzig, y en el interior de un Atlas escolar, edición numerada de 1949 de la Editorial Goethe de Berlín ha sido hallada, de manera fortuita, por un cliente habitual de dicha librería una hoja manuscrita cuya autoría, efectuadas las pruebas periciales pertinentes se ha adjudicado, de manera provisional y con todas las reservas que requiere el caso, al ya desaparecido Albert Speer (1905-1981) que fue, entre los años 1930 y 1945 el arquitecto oficial del Régimen Nazi, y que junto a Rudolf Hess y algunos más con los que compartió condena en la prisión militar de Spandau, formó parte del llamado gabinete militar privado de Hitler, algo así como el cerebro pensante del Estado Mayor que desde el mismo corazón del famoso Bunker diseñó y dirigió las invasiones y maniobras militares más sangrientas que se desarrollaron en la Europa de la primera mitad del siglo veinte. El manuscrito, en tinta azul sobre una hoja tamaño cuartilla de papel tela en buen estado de conservación y plegado en dos dobleces estaba oculto en un doble fondo de la contraportada de dicho Atlas mezclado con una coleción de mapas que formaban parte del apéndice de dicha obra. Se sabe que el famoso arquitecto utilizaba los medios más insólitos para sacar sus escritos de la prisión. El historiador que ha analizado el manuscrito, gran conocedor de la obra escrita del famoso arquitecto nazi, y que, por razones obvias, prefiere permanecer por ahora en el más absoluto anonimato, ha informado a nuestro corresponsal que muy posiblemente el mismo Speer introdujera esta página de su Diario en ese doble forro para evitar que en uno de los registros habituales a los que junto con sus camaradas estaba sometido fuese hallado por uno de los guardianes del lúgubre presidio; conviene recordar al respecto -insiste nuestro investigador- que el Reglamento Penal de la fortaleza de Spandau prohibía terminantemente a todos los presidiarios la posesión de papel y lápiz, con la intención, sin duda, de que no pudieran transmitir al exterior las condiciones del confinamiento fuera de los cauces oficiales de comunicación establecidos por las autoridades militares del Centro. No tiene nada de extraño, que una vez ocultada la hoja manuscrita en dicho envase secreto el propio autor, por no sabemos qué motivos, no lo recogió nunca por olvido o porque algo se lo impidió. Albert Speer, además de ganarse en Nuremberg la antipatía más feroz por parte de sus compañeros al declararse de forma voluntaria responsable de los hechos de los que le acusaba el tribunal, se hizo famoso durante su estancia en la prisión de Spandau por una peculiar estrategia que diseñó para estimularse a sí mismo en la ejecución diaria de unos ejercicios físicos que lo mantuvieran en perfecta forma física y, sobre todo sicológica: este hombre, que destacaba por su férrea voluntad y lúcida inteligencia se había fabricado en su imaginación una ruta alrededor del globo terráqueo siguiendo unas determinadas coordenadas geográficas para cuya señalización se servía de atlas y manuales de geografía descriptiva, estudiando además las costumbres y la cultura de todos aquellos países por los que en su imaginación iba caminando, con la intención -ya se ha dicho- de ocupar el cuerpo y la mente y alejarse así lo más posible de tan estrechos y sólidos limites como le marcaban los inexpugnables muros de hormingón y las puertas de acero blindadas de tan terrible fortaleza, caminata incansable que él estuvo anotando todos los días en su clandestino diario durante...¡veinte años! El atlas debió de formar parte de aquella extensa bibliografía que utilizó para diseñar tan insólita excursión, excursión que en no pocas ocasiones despertó la risa irónica de su compañeros de presidio sobre todo del más rígido de todos ellos, el mariscal de campo Rudolf Hess, al que Speer trató siempre con la mayor comprensión y tolerancia si hemos de creer lo que él mismo anotaba en sus diarios sobre las relaciones con Herr Hess como muy educadamente lo llamaba él.
El colaborador habitual de nuestra agencia de prensa adscrito a la Corresponsalía de Alemanía Oriental ha tenido acceso a una fotografía de dicho documento y, una vez traducido, lo ha puesto a disposición de nuestros lectores.

La dirección de nuestro periódico brinda este valioso documento a nuestros lectores en España con la reserva normal que se impone en estos casos hasta que se confirme de forma fehaciente que nos hallamos realmente en presencia de una hoja manuscrita del famoso presidiario que tras veinte años de reclusión en la ya inexistente fortaleza de Spandau falleció, rodeado de los suyos, en el año mil novecientos ochenta y uno, justamente a los quince años de haber recobrado la libertad.










EL MANUSCRITO





8 de diciembre de 1949










Ayer nos trajeron la lista de los libros que cada trimestre nos adjudica la Biblioteca Municipal. Yo he aprovechado para solicitar, fuera de catálogo, las Memorias de Rousseau y los Ensayos de Montaigne. Confiemos en que me los traigan. A veces censuran algunos títulos. ¿Cómo? Pues...sencillamente dicen que no los hay. En la última remesa, y empleando la excusa que ya he indicado me censuraron Memorias de la Casa Muerta de Dostoievski; ¡Y nos vigilaban los rusos! De todas formas con los años he llegado a descubrir, al igual que mis compañeros de presidio, algunos contactos del exterior para introducir en nuestras celdas todo aquello que pueda interesarnos.

Esta mañana, al levantarme, he descubierto que ha fallecido el viejo mirlo que hace cosa de una semana se refugió en mi celda huyendo de las intensas nieves que este año nos ha traido el invierno. Al principio pensé que estaría herido pero no tardé en comprobar que la única enfermedad que padecía era la de la vejez. Su cuerpo carecía ya de la fuerza suficiente para combatir el intenso frio que nos ha llegado este año. Mi intento de salvarlo, primero tratando de darle calor introduciendo en su pico un granito de pimienta negra que uno de los vigilantes rusos me ha traido de la cocina y luego alimentándolo con yema cocida no han servido de nada, todo ha sido en vano. Cuando lo he tomado entre mis manos estaba tieso, negro y reseco...parecía como de cartón. Lo he enterrado al pie del viejo abeto que hay junto al pozo. ¡Descansa en paz!

La tristeza por el fallecimiento de este desgraciado compañero de celda que la Providencia me había traido me ha llevado a caminar más kilometros en el circuíto que me he trazado en el jardín, y a transportar más cantidad de estiercol hasta donde tengo plantadas las flores. El número nueve me ha brindado una sonrisita de conejo y en un gesto muy expresivo se ha atornillado la sien con el pulgar mientras me veía correr.

Mañana termina la guardia de los rusos y vendrán los americanos. Todos ganamos con el cambio, lo primero, la comida....

Anoche casi me sorprenden guardándome mis manuscritos en el forro de los pantalones. Nos han cambiado de uniforme, y en el viejo iban recosidas algunas hojas de mi Diario. Espero poder recuperarlas mañana y que (lo más ìmportante) que no la vean. Ello supondría el final de estos Diarios por la vigilancia a que sería sometido. No puedo permitir que eso suceda. Estos Diarios tienen que saltar la muralla de esta fortaleza y llegar al exterior; la escritura y la lectura me ayudan a mantener el necesario equilibrio sicologico para soportar tan largo encierro.

El compañero de la celda número siete ha estado toda la noche quejándose. Los rusos lo llevan mal. Dicen que él fue el responsable de muchas muertes en el Frente del Este. Desde que lo operaron de apendicitis soporta mál el régimen de comidas ruso.

Mañana, por primera vez voy a recibir la visita de uno de mis hijos. Viene acompañado por el Director de su Colegio.¡Dios mio! y pensar que cuando salga de aquí ya tendré nietos que me habrán dado estos niños que ahora apenas llegan a los diez años.

Oigo ruidos en el pasillo.....Dejo de escribir.....



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